Y no estás, pero te veo. Tatuajes en el corazón, surcos profundos de vida interior, recuerdos que respiran al compás de las horas eternas. Nadie te ve, salvo yo, que busco tu reflejo caprichosamente cambiante sobre las onduladas aguas del estanque. Quizás, un día, te mire de frente, aunque tu luz me ciegue, aunque muera de tristeza al verte.
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