El Destello (Cuento)

El Destello

(Con mi agradecimiento a Adriana, por sus sabios consejos)

         Mírala, ahí, postrada, inmóvil, como muerta. Respira, eso sí. Mueve los ojos, se puede distinguir cuando duerme y cuando no. No sabemos qué siente, no sabemos si, en verdad, siente algo o no siente nada: es un misterio.

         Está todo oscuro, no veo nada. ¡Mis manos!, ¿dónde están mis manos? ¿y mi voz? no oigo nada, no puedo gritar, aunque lo intento.
¡Qué angustia!, estoy sola, ni siquiera puedo llorar. No hay nadie, no hay nada, sólo oscuridad.
La imagen de papá leyendo en su sillón;  ¡mamá!  ¡Está mirándome! Pero no me ve. Un café con mucho azúcar, un rayo de sol bañando mi cara y, de repente, ese momento en que todo ennegreció definitivamente.
No siento mi cuerpo, si no son mis párpados, aunque no puedo tocarlos, es como si el resto hubiera desaparecido. A veces siento algo en los párpados, como un rastro, como una levísima caricia, cálida, llena de ternura y me imagino los suaves dedos de mi madre apartándome el pelo de la cara.
No comprendo qué pasa, no entiendo por qué estoy así, sin poder hablar con nadie, sin poder comunicarme con nadie de ninguna manera.
¡Por favor! grito sin gritar, grito sin oírme, grito en la oscuridad, ¡Ayudadme!


         Hace tanto tiempo que está así, ha pasado tanto tiempo desde que sucedió. Sin embargo, necesito creer que algún día, muy pronto, por alguna razón que desconocemos, de repente, sin saber por qué, abrirá los ojos, me mirará y me hablará, me contará dónde ha estado, qué ha pensado, cuál ha sido su misterioso viaje más allá de lo razonable.

         ¿Habré muerto? ¿Estaré definitivamente fuera del mundo? ¿Será así el final de los seres humanos? ¿dónde está Dios? ¿quién vendrá a recogerme? O resulta que en cualquier momento volveré a ver a los míos que me abrazarán, me besarán, me cubrirán de caricias, de cuidados y hablaremos durante días y días.
¡Por favor! ¡Ayudadme! Tengo miedo.
¿Si pienso, es que no estoy muerta, o sí? Pero estoy muy asustada, porque nadie me responde.  Sí, pienso, pero no me siento a mí misma, no sé si soy yo, no sé dónde estoy, ni por qué estoy, no se nada ¿es la nada?

         He oído decir que, en estos casos, cuando no existe esperanza alguna de devolver a la vida a las personas en coma irreversible, lo más adecuado, lo humanamente justo es dejarlos morir. Realmente estoy convencido de que ella está muerta. Tú dices que necesitas creer que algún día volverá a nosotros, pero a mí no me quedan ya fuerzas para soportar el infinito dolor de ver su cuerpo en la cama sin moverse, sin expresar nada, sin comunicarse con nadie. Y, aunque cuando la toco, cuando la acaricio, cuando la beso, aún mantiene el calor de un cuerpo vivo, ya no sé si beso un cadáver, ya no se si toco un cadáver, si acaricio un cadáver que todavía mantiene un tenue resto de vida apagándose, interminablemente acabándose.

         Acaríciame mamá, bésame suavemente, abrázame papá, como lo haces siempre. ¡No siento nada! ¿qué sucede? ¡Os necesito!.  ¿Qué haces?
Bebo
¿por qué?
Para olvidar que bebo.
¿Seré capaz de domesticarte?
No te vayas Principito: ¡aquí! ¡ahora! ¡tengo miedo!
¡Quiero vivir! ¡Volveré a ser yo misma!

         No digas eso, no puede ser que quieras rendirte ahora, después de todo lo que hemos pasado, siempre hay una esperanza, siempre hay un “algo más” que puede llegar y sorprendernos, llenarnos de gozo plenamente. Yo lo sé, muy pronto me veré en sus ojos mientras me mira: ella va a volver de ese pozo profundo donde está presa. Y debemos ayudarla nosotros desde aquí, con besos, con caricias, con palabras dulces, puede ser que no nos oiga, que no nos vea, que no nos sienta, pero la fuerza de nuestra esperanza hará que vuelva, hará que vuelva.

         ¡Quiero levantarme!, asomarme a la ventana, volver a ver el sol. Sin embargo, me siento tan abandonada, tan sola, tan lejos de todos los seres. Necesito a las demás personas, necesito encontrar a alguien que me pueda explicar este lío. Si no estoy muerta, si vivo, si existo, porque pienso, estoy a merced de los que me cuidan ¿me cuidan?, sin duda, si no fuera así, no viviría. ¿Y si algún día deciden dejar de cuidarme?, entonces, … ¡no! ¡nunca! he de darme prisa.

         Querida Señora, últimamente hemos constatado ciertos cambios en las constantes vitales de su hija en coma. No podemos explicar de qué se trata. Aunque no debiéramos aventurar esperanza alguna, he de decirle que, en mi opinión profesional, puede pasar cualquier cosa en las próximas semanas.

         Está claro que lo que necesitan los que me cuidan, sean quienes sean, es una señal de que estoy aquí, una prueba de que mantengo dentro de mí, aunque sea un débil destello que demuestre que aún soy, que todavía estoy aquí. ¿Cómo lo conseguiré, cómo podré llamar su atención? Los párpados. Podría ser, pero no sé si se mueven o permanecen inmóviles. Me ha parecido que una luz brillante inundaba mis ojos, ¿será que los abrí? ¿habría alguien cerca para verlo? lo intentaré de nuevo.

         ¿Has oído lo que dice el médico? ¿Lo ves? Hay esperanza, puede ocurrir, después de tanto tiempo, puede suceder, es un milagro.

         ¿Qué me pasa? siento un dolor irresistible, insoportable. No podría decir si es en las piernas, o en los brazos, o en la cara, es por todo mi cuerpo. ¡Mi cuerpo! Siento mi cuerpo, ¿lo siento, está ahí? ¡Cómo me duele! ¡Cómo me duele! ¡Cómo me duele! Amo el dolor, es mi cuerpo que está ahí, y me llama. Nunca hubiera pensado que el dolor me fuera a llenar de alegría como lo está haciendo ahora. ¡Qué alegría! sentir dolor, porque eso significa que sí, que estoy viva, que mi cuerpo está ahí y que vivo.


         ¡Mira! ¡Es una lágrima! ¡Sí, es una lágrima!  De su ojo entreabierto ha manado una lágrima, una pequeña lágrima que ha rodado por su mejilla suavemente. ¿Lo ves? Está volviendo, no podemos movernos de aquí, en cualquier momento, puede ser ahora mismo, enseguida. Era el destello de una lágrima de alegría.




¿Mamá? ¿eres tú?



Sí hija, soy yo


nicolás vaquero martín

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