
heme aquí, con los huesos al sol,
retando al tiempo,
acariciando el cielo;
perdiendo los anillos secretos
de mis días en flor.
Perdí el verdor, las hojas,
sigo perdiendo ramas;
ninguna savia alimenta
este torturado interior.
Heme aquí, ante tí,
humilde vestigio de lo que fui.
Cuando miras con asombro
la desnudez de mi esencia,
la tierra se estremece
y me parece que vivo
al temblar las raíces
que me mantiene en pie.
Mírame, mírame, mírame.
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