La Historia hunde raíces muy profundas que sustentan, queramos o no queramos, nuestro carácter, nuestra esencia. Negar la Historia es renunciar, despreciar lo que somos, romper la cadena que tensa nuestra vida entre un pasado que no elegimos, pero que nos conforma, y un futuro del que somos responsables y garantes.
Estatua ecuestre de Alfonso VIII en Plasencia, Cáceres, Extremadura, España.
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