miércoles, 7 de octubre de 2015

Instante.

La luz del atardecer, irreflexiva, espotánea, regala su vida altruistamente a este árbol hermoso. La luz del atardecer no ama al árbol, el sol de dónde nace la luz, tampoco está enamorado. Mis ojos, al contrario, se enamoran de la luz y del árbol porque, libremente, ansío que me inunde su belleza, abro mi corazón, porque así lo quiero, a este abrazo único e irrepetible y ahora te lo muestro, porque así lo elijo altruistamente, para que ese instante, robado para siempre, también te pertenezca.


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