miércoles, 7 de octubre de 2015

En la oscuridad.

Los oscuros nubarrones grises cubren el cielo. La tierra, bajo ellos, se ennegrece, convirtiéndose en una impenetrable selva de sombras amenazadoras y mudables que acechan en paredes y suelos, en calles, esquinas, edificios, ruinas;
Humanos que pasan, casi inadvertidos. Es difícil distinguir los cuerpos de sus sombras proyectadas en mil formas siniestras que fluctúan con el ritmo de las luces mortecinas de viejas farolas rotas. Oh! Angustia y miedo, terror, horror, pena y dolor: ¿qué reclamáis ahora?
Tus lágrimas de fuego, para quemar recuerdos en la hoguera incombustible de la soledad eterna.
He agotado hace tiempo mis lágrimas de fuego. Me restan solamente unas gotas de ceniza y polvo del camino: eso es lo que ya puedo llorar, ceniza y polvo.

Pero si tú me prestaras la sonrisa, una estrella de fuego y alegría brillaría, por un instante inmenso en mis mejillas.


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