Me desprendí, vanidosa, de mi rama;
caí, junto a las otras, en el suelo;
volé mientras seguía un sueño
sin pensar que puse en ello el alma.
Entrego mi belleza efímera
marchitándome perdida
entre una selva de hojarasca muerta
y la cruel indiferencia del destino.
Tu, que me miras ahora,
guardamé viva en tu retina
para llegar a tu corazón un día
y vivir para siempre a ti prendida.
Nicolás Vaquero Martín.
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